lunes, 10 de enero de 2011

Viajes

¡Buenos días, supervivientes de las fiestas navideñas! Me ha costado volver a sacar un rato de tranquilidad para pasarme por esta bitácora y dejar mis impresiones de esta buena historia que me tiene capturada. Se podría decir que, como la princesa de Onún, me encontraba de éxodo de mi hogar (bueno, de regreso al original) y con las emociones revueltas.
¿Os imagináis lo duro que es movilizar a un pueblo para abandonar todo lo que tienen? Un duro papel el de Iyúnel: sola en la regencia y con una situación nada favorable. Encima van a un lugar en el que no saben si van a ser bien recibidos... Vamos, una aventura.
Admito que mi primera impresión de la princesa era de una damisela fina y que no sabía hacer la o con un canuto; pero no es culpa del autor, es que le tengo mucha antipatía al arquetipo de "princesa en apuros" que tanto se prodiga en la fantasía épica. Es muy agradable hallar en ella coraje y un corazón compasivo pero lleno de determinación.
Otro de los viajes que me inquietan es el que parece sentir Lánzolt en su interior, su amor por Kathline raya con la obsesión y le debilita en la medida que limita sus decisiones... Me da muy mala espina, puede volverse loco si le sucede algo a su amada; y en tiempos de guerra, todo puede ocurrir.
Además, no puedo quitarme de la cabeza lo extraño que me parece que la estrategia de los Reyes al enviar las ordenes "al revés". Mala espina, repito.
Sólo puedo confirmar o no mis sospechas acompañándoles en sendos viajes, ¿venís conmigo?

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